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Generalmente, la mención de la violencia de género suscita en el imaginario colectivo la idea de una mujer adulta víctima de malos tratos o asesinato. Esa es la punta del icebergde un proceso en escalada que comienza, habitualmente, con episodios de menor gravedad aunque con consecuencias nada desdeñables.
Al hablar de esta cuestión resulta más difícil evocar chicas adolescentes y jóvenes,víctimas de agresiones físicas u otras formas más sutiles de padecimiento en susrelaciones de pareja, pero la realidad nos indica que estas conductas se producen conuna frecuencia mayor de la que pensamos. De hecho, diversos estudios sugieren que la comisión de estos comportamientos en la relación de parejas adolescentes pueden resultar precursoras de la violencia de género en la edad adulta. Por ello, deberían ser objeto de prevención e intervención en los ámbitos familiar, comunitario e individual y también, obviamente, en el área educativa.
La violencia de noviazgo adolescente no suele ser, por lo general, ni física ni sexual, sino mayoritariamente emocional-verbal o psicológica y de menor intensidad, sobre todo entre las parejas más jóvenes. A estas edades podemos observar conductas como la de controlar con el móvil o a través de las redes a la pareja con el fin de “saber” con quién habla, qué hace, dónde y con quién está; gritarle o hablarle mal; ejercer cierto chantaje para estar juntos continuamente; mostrarse celoso; criticar su forma de vestir o maquillarse; ridiculizarle delante de otras personas o aislarla de sus amistades y familia, entre otras muchas. En cuanto a las consecuencias, diversos autores señalan que las agresiones psicológicas pueden ser, incluso, más dañinas para la salud mental de las víctimas que las agresiones físicas (agarrones o empujones, por ejemplo) porque pueden afectan seriamente la autoestima y el ajuste psicológico y social de la víctima.
Dada la extensión y frecuencia de estos episodios, podríamos situarlos en la base de esapirámide de la que sólo nos alarma la cúspide.
Una encuesta reciente entre escolares del País Vasco mostró que un 82,9% de las 625 chicas de entre 14 y 19 años que habían tenido o tenían en el momento de contestar, había sufrido al menos alguna de esas experiencias que se han mencionado y a las que se denomina “violencia psicológica de baja intensidad”.
Los celos destacaron por encima de otras casuísticas. Un 72,5% de las chicas señalaron haber padecido los celos de su pareja; el 44,6% “a veces” y el 27,9% “repetidamente”.
El mal trato psicológico se produce cotidianamente, pero al no considerarse excesivamente grave, pasa a menudo desapercibido; tanto, que las propias chicas ni siquiera catalogan esas conductas de violentas o agresivas. Es más, suelen ser interpretadas en sentido contrario. No es raro escucharles decir: (..) que tu chico se muestre celoso es una señal de que te quiere…y si no es celoso es que, igual, no le importas tanto... o (….) me llama para saber dónde y con quién estoy porque se preocupa por mí, porque me cuida….sin identificar en ninguno de los casos unas estrategias de control que tienden progresivamente a limitar cada vez más su libertad a la hora de relacionarse con otros chicos, tomar sus propias decisiones o planificar sus espacios y compañeras/os de ocio.
Es tanto o más importante que las chicas entiendan la trascendencia de estasexperiencias como que los chicos dejen de protagonizarlas. De hecho, debería ponerse el acento en la educación de quienes mantienen esos comportamientos y no seguir insistiendo en que los cambios deban realizarlos quienes los sufren. ¿Es ella quien debe ir más tapada? ¿Debería rehusar la invitación a una copa para no dar pie a equívocos?, o ¿debemos hacer entender que vestir como una quiere no constituye un acto de provocación y que pagar unas copas no otorga derecho de “pernada”?.
Este es un tema sobre el que seguiremos debatiendo en nuestra próxima entrada ;)
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